PN Los Alerces

26/12/2011


Si el Puyehue nos da permiso para pasar a su lado y continuar hacia el sur, la primera quincena de este enero próximo la pasaremos en el PN Los Alerces.
A continuación, se intercalan fotos (choreadas de internet salvo la del alerce) con una pequeña dosis de información de esta región tan maravillosa de nuestro planeta 
(fuente: parkswatch.com)



Este es un alerce. Y tan sólo de 1500 años de edad.

El Parque Nacional Los Alerces fue creado en 1937 por Ley 13.895 con el objetivo fundamental de proteger los bosques de alerces - lahuan, en mapuche -, coníferas de hasta 3.000 años de vida. Abarca una superficie total de 263.000 hectáreas; 187.500 corresponden al parque y las restantes a la reserva nacional. El parque está ubicado en el departamento Futaleufú, al noroeste de la provincia de Chubut. Es la unidad de conservación terminal (en sentido Norte-Sur) del sistema de áreas protegidas de los bosques andinos de la región norpatagónica, integrado por los PN Lago Puelo, Nahuel Huapi, Arrayanes y Lanín, área identificada como el Corredor de los Lagos. Luego se le otorgó la categoría de reserva natural estricta, que amplió los límites del parque como área intangible.

Biodiversidad 
Los ecosistemas montañoso-lacustres del parque están cubiertos por bosques de coihue, ciprés, ñire, maitén, arrayán, radal y lengas. En su extremo oeste se encuentra la formación más exuberante de los bosques andino-patagónicos, la Selva Valdiviana, que contiene al único bosque milenario de alerces (Fitzroya cupressoides) del país y uno de los cuatro remanentes en el mundo. Es el área protegida más austral para la protección de un peculiar conjunto biótico. 

En el parque conviven elementos de la fauna nativa (huemul, pudú, zorro gris, aves, roedores, etc) con especies introducidas como el jabalí, la liebre y el visón.




 Geología
El paisaje es el resultado de una historia geológica con eventos de distinto origen y de gran magnitud con alta diversidad de ambientes. Los Alerces se ubica en la Cordillera Patagónica Austral, la que constituye una unidad morfoestructural en la que afloran rocas que corresponden al Paleozoico, Mesozoico y Cenozoico. La sucesión estratigráfica –que se describe de abajo hacia arriba, en orden de aparición- comienza con las rocas sedimentarias del Paleozoico, a las que se superponen rocas volcánicas del Jurásico. Sigue hacia arriba una espesa sucesión de rocas sedimentarias marinas y continentales del Cretácico y Terciario, conjunto que se halla construido por cuerpos ígneos ácidos y básicos de edad Meso-Cenozoica. Lavas volcánicas cubren las entidades mencionadas y se intercalan o son cubiertos por sedimentos glaciarios, glacifluviales, coluviales, aluviales y de acarreo del Cuartario (Riccardi y Rolleri, 1980). Las rocas que afloran son mayormente las graníticas del llamado batolito andino, de edad mesozoica y algunas volcánicas. 

El paisaje es resultado de la orogenia andina cuyas particularidades son la presencia de numerosas improntas de la actividad glaciaria y volcánica cuaternaria. En esta época se acumularon grandes masas de hielo que cubrieron la superficie, erosionando y remodelando el paisaje anterior. La erosión glaciaria imprimió al relieve actual geoformas específicas. Los cuerpos montañosos están remodelados intensamente y muestran circos, agujas y crestas. Los valles, antiguos cauces de los glaciares, son geoformas suavemente onduladas interrumpidas de tanto en tanto por los lagos patagónicos cuya extensión y profundidad son medida de la magnitud del proceso.En la actualidad, son remanentes de aquella acumulación de hielo los glaciares y ventisqueros.
Las erupciones volcánicas ocurridas con posterioridad enmascararon parcialmente estas manifestaciones glaciarias del cuaternario. El recubrimiento de cenizas volcánicas que se extendió más allá del límite alcanzado por los glaciares en la estepa patagónica, originó un depósito uniforme de ceniza de entre 80 a 120 cm de espesor (Marcolin et al., 1989; López Cepero et al., 1986). La ceniza retenida por la vegetación arbustiva presente en la zona más lluviosa adquirió consistencia y se volvió menos susceptible de erosión eólica. Allí la vegetación aportó materia orgánica y la ceniza fina recién depositada tomó una estructura grumosa que favoreció la aireación del material y la penetración de raíces. Estos agregados le dieron al suelo permeabilidad, aireación y elevada capacidad de retención de agua (De Pietri, 1993).

Fuente: el excelente sitio de www.parkswatch.com



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